Era el último día de enero del año en curso. Estaba sirviendo de bartender (o mejor dicho repartecervezas) en el aniversarió número 25 de mis viejos conocerse. Todos estaban gozando y eso, pero veía que el ron que trajimos estaba enterito casi sin tocar, y eso que estaban mis tiós, los cuales ya han tenido bastantes experiencias épicas con el alcohol. Pues resulta que la marca que compraron no era tan favorecida por el público presente, debido a que no era del tipo de ron que bebes
strike. Aquél etileno de la edificación medieval nos lo llevamos a casa, estando intocable por medio mes de febrero. Pero me dí a la tarea de terminármelo completamente.
Entre las combinaciones que hice estaba el ya clásico Cuba Libre. Mi versión era agrandada, ya que me la servía en esos vasos de 32 onzas que regalan en los restaurantes de comida rápida. Similarmente elaboraba mi versión "low-budget" del Long Island Iced Tea; donde utilizaba el té helado en polvo. Su sabor no era tan fiel al verdadero, pero le daba su pique.
Pero estas dos bebidas ya conocidas por alcohólicos no fue la que me gustó más. No sé porqué, pero la combinación de ron blanco con leche y Nesquik de fresa fue una ganadora. Embelequeando por los anaqueles estaba ese ayudante a la desnutrición y la diabetes de varios mañoseros y fue solamente experimentar y probar como cualquier científico. Puedo decirles que sabe como batida con su toque. Así fue como acabé el ron y el Nesquik (aunque sobraba un chin, el cual terminé de usar la semana pasada).
Como quisiera tener ahora mismo un poco de ron para celebrar los más recientes logros y mis más escondidas penas con un poco de miel y chocolate. Y eso que soy alcoholico casual.